
Diario de minería, petróleo y campo.
La carrera hacia la electromovilidad se acelera en Argentina. Mientras varias terminales anuncian modelos híbridos o eléctricos para producir localmente, el país sigue sin una red consolidada de autopartistas que pueda abastecer los componentes críticos de esta nueva era automotriz.
El salto eléctrico y la brecha productiva
El sector automotor argentino vive una transición: de exportar vehículos convencionales a ensamblar unidades con baterías, motores eléctricos y sistemas de control avanzados. Sin embargo, la cadena de valor aún depende en gran medida de importaciones, sobre todo en ítems clave como inversores, controladores, motores de imanes permanentes y celdas de litio.
Aunque existen experiencias puntuales —como la empresa CORVEN, que produce partes para motos eléctricas, o QEV Technologies en Santa Fe— no hay un ecosistema autopartista robusto para electromovilidad, ni en plásticos técnicos, ni en electrónica embarcada, ni en software para gestión energética.
¿Qué se necesita fabricar en Argentina?
La nueva generación de vehículos eléctricos demanda insumos muy distintos a los tradicionales. Algunos ejemplos:
- Motores eléctricos con alta densidad de potencia y refrigeración líquida.
- Baterías de litio (packaging, sistemas BMS, celdas si hubiera tecnología local).
- Sistemas de gestión electrónica (inversores, controladores, sensores).
- Conectores de alta tensión, cableado aislado, plásticos técnicos.
- Carcasas, estructuras livianas y componentes en aluminio o composites.
- Software industrial para comunicación vehículo-red, diagnóstico remoto, eficiencia energética.
Todos estos elementos podrían desarrollarse localmente, en alianza con proveedores metalúrgicos, electromecánicos, de plásticos y de software, si existiera un marco de inversión, incentivos y articulación tecnológica.
Riesgo de quedarse en el ensamblaje
Como advierte la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (AFAC), el mayor peligro es que Argentina quede relegada a ensamblar kits importados, sin generar empleo ni innovación a lo largo de la cadena. Algo similar a lo que ocurre hoy con muchas motos eléctricas o bicicletas con kits chinos.
Además, la falta de proveedores nacionales frena la localización de partes y debilita la balanza comercial del sector, que ya sufre un alto déficit tecnológico.
¿Qué políticas industriales hacen falta?
Empresarios y técnicos coinciden en que se requieren tres pilares para consolidar una industria autopartista para la electromovilidad:
- Demanda asegurada, mediante compras públicas o incentivos fiscales a vehículos con partes nacionales.
- Inversión en I+D, con foco en electrónica, diseño mecánico y materiales.
- Financiamiento para pymes proveedoras, con líneas de crédito accesibles y estabilidad normativa.
También es clave articular con universidades, INTI, CONICET y centros tecnológicos, para acelerar la curva de aprendizaje.
Oportunidades para sectores industriales
Lejos de ser una amenaza, la electromovilidad abre oportunidades para sectores productivos que tradicionalmente no participaban del rubro automotor:
- Industria del plástico → Componentes técnicos, encapsulados, aislantes.
- Metalúrgicas y fundiciones → Estructuras, carcasas, soportes, radiadores.
- Electrónica y mecatrónica → Controladores, sensores, placas, BMS.
- Software industrial → Simulación, telemetría, integración de sistemas.
Conclusión: industrializar antes que ensamblar
Si Argentina apuesta por la electromovilidad, debe hacerlo con una mirada de desarrollo productivo integral. No alcanza con ensamblar unidades eléctricas: hay que fabricar sus partes, diseñar su software, moldear sus carcasas y soldar sus cables.
La electrificación del transporte es una oportunidad histórica para diversificar la industria, generar empleo calificado y reducir la dependencia tecnológica. Pero esa ventana no estará abierta por siempre.