
Diario de minería, petróleo y campo.
Mientras el discurso verde se llena de consignas, las industrias estratégicas que sostienen al mundo –minería, hidrocarburos y nuclear– siguen proveyendo los recursos que permiten electrificar, alimentar, transportar y descarbonizar. Sin litio, sin cobre, sin gas y sin uranio, no hay transición energética. Y sí: hoy más que nunca, el verdadero ambientalismo requiere ingenieros, técnicos, geólogos y operarios calificados… no solo pancartas.
5 de junio. Día Mundial del Ambiente. Fecha clave para reflexionar sobre cómo enfrentar los desafíos climáticos del siglo XXI. Pero también una oportunidad para romper con ciertos discursos simplistas que, en nombre del “ambientalismo”, deslegitiman a las industrias que hacen posible la transición energética. Porque no hay energía limpia sin minería, ni reducción de emisiones sin gas natural, ni seguridad energética sin nuclear.
1. Minería: sin cobre, litio y plata no hay futuro limpio
Hoy el mundo avanza hacia la electrificación del transporte, las energías renovables y la digitalización de procesos. Todo eso depende de minerales como el cobre, el litio, el níquel, la plata y las tierras raras. Cada aerogenerador, cada batería de auto eléctrico, cada red eléctrica más eficiente necesita toneladas de insumos minerales.

Argentina tiene el privilegio de contar con gran parte de estos recursos, y con un sector minero cada vez más regulado y profesionalizado. La minería moderna no solo cumple con rigurosos estándares ambientales, sino que genera empleos formales, aporta divisas y promueve desarrollo regional en zonas alejadas de los grandes centros urbanos.
2. Petróleo y gas: aliados reales de la transición
Mientras muchos repiten que “hay que dejar los combustibles fósiles”, los datos muestran que el gas natural es la energía de transición por excelencia. Emite hasta un 50% menos de CO₂ que el carbón y es clave para estabilizar matrices eléctricas con alta participación renovable.

Además, en países como Argentina, el desarrollo de Vaca Muerta permite sustituir importaciones, mejorar la balanza energética y generar ingresos fiscales que pueden ser usados para desarrollar tecnologías limpias. Dejar de producir gas no solo es inviable: es un acto profundamente irresponsable para cualquier economía en desarrollo.
3. Energía nuclear: limpia, segura y confiable
Poco se dice de la energía nuclear en los discursos ambientales dominantes. Sin embargo, es una de las fuentes más limpias, confiables y de menor huella de carbono. Francia lo entendió hace décadas. Hoy, incluso países como Japón, Corea del Sur y Estados Unidos revalorizan sus capacidades nucleares como parte de la solución al cambio climático.

Argentina, con su trayectoria de más de 70 años, sus tres centrales nucleares en operación y sus desarrollos de medicina nuclear y reactores multipropósito, es un caso de éxito que puede y debe escalarse. Sin uranio y sin tecnología, no hay futuro nuclear posible.
¿Ambientalismo real o de cartón?
Los verdaderos desafíos ambientales no se resuelven con slogans. Se resuelven con ciencia, tecnología, inversión, trabajo y planificación de largo plazo.

El “ambientalismo” que demoniza a toda la industria energética y extractiva, sin proponer alternativas viables, es más parte del problema que de la solución. Mientras tanto, miles de trabajadores mineros, petroleros, ingenieros y científicos nucleares siguen trabajando –en silencio– para que haya energía, conectividad y desarrollo sustentable.